martes, 30 de noviembre de 2010

El triunfo de la constancia

A la cita con los periodistas en el velódromo Antonio Elorza, Leire acude en su recién estrenado vehículo, con su nombre y el de un concesionario incrustados en la carrocería, uno de los pocos signos visibles de que ha entrado algo de dinero en su vida deportiva desde que se convirtiera en unos de esos pocos privilegiados que en el mundo pueden presumir de tener colgada una medalla olímpica junto a la foto de la familia.
El encuentro es al mediodía y ya es la segunda vez en el día que pisa la pista donostiarra. Ha estado entrenando temprano por la mañana y volverá por la tarde. Viene de colgarse el oro en los Campeonatos de Europa de Polonia y viajará a Sudáfrica para sumar los puntos necesarios que le aseguren su presencia en la madre de todas las competiciones deportivas; los JJOO de Londres en 2012. Y para ello trabajará a destajo, como lo ha hecho desde siempre la ciclista de Ikaztegieta, que un buen día mientras trabajaba de azafata en el Zinemaldia, alternando sus estudios de Magisterio y Turismo con el deporte, decidió que iba a dedicarse a fondo al mundo de la bicicleta.
Leire reconoce que desde siempre fue "muy aficionada a todos los deportes, me daba igual cuál fuera. Yo siempre he sido de jugar más con los chavales porque los juegos de las chavalas me parecían aburridos". De esa afición por el deporte nació su primera incursión en el mundo del atletismo, modalidad que abandonó en el año 2003 "porque llegó un momento en que ya no me ilusionaba y cuando algo no te ilusiona, lo mejor es dejarlo".
Pero surgía un problema. A Leire, entonces con 26 años, ya no le ilusionaba el atletismo aunque sí la práctica deportiva, ese sueño infantil de verse algún día en unos Juegos Olímpicos. Ahí entró en escena su novio, Javier Azkue, que fue la principal causa de que hoy estemos hablando con una medallista olímpica que aspira a subir a lo más alto del cajón en el verano del 2012 en Londres. La motivación de Azkue y el tesón innato de Olaberria hicieron el resto, "aunque a mi ama no le podía entrar en la cabeza que a los 26 años de repente me quisiera hacer ciclista", sonríe. Hoy es su madre la que enseña a las visitas en su casa de Ikaztegieta la medalla olímpica de su hija "porque todos los trofeos los tienen mis padres. Mi casa añade es mi lugar de desintoxicación y se los doy a mis padres".
Lo que a la mayoría de las deportistas de 26 años les hubiera supuesto el abandono de la práctica deportiva, la pérdida de la ilusión, a Leire Olaberria le supuso un acicate "porque las dificultades siempre han hecho que me motive", y de la noche a la mañana se vio encima de la bici. "Si mi novio hubiera jugado al tenis, igual ahora era tenista", ríe, para seguir buscando su sueño infantil.
Una vez encima de la bici, "al principio en la pista casi me caía", recuerda Leire, empezó a destacar por sus condiciones físicas. En el primer campeonato de alto nivel en 2004, "aunque las veía a todas muy arriba, no me parecía que fueran inalcanzables; creía que podía llegar al nivel de ellas". Fue en el Campeonato del Mundo de Moscú en 2005, donde la ciclista guipuzcoana obtuvo la octava plaza, el momento en el que "me di cuenta que me llamaba mucho la alta competición, de que mi hobby podía llegar a ser mi trabajo". Así que la ikaztegietarra decidió en la edición de ese año del Zinemaldia que va a entregarse en cuerpo y alma a perseguir su sueño y la llamada de Cepsa-Euskadi, el único equipo profesional vasco en pista, le facilita las cosas.
Comienzan a llegar pequeñas ayudas por sus éxitos, lo que le permite a Olaberria centrarse en su carrera. E inicia con ahínco su camino para estar presente en Pekín en 2008. El 29 de marzo de ese año, en el Mundial de Manchester, consigue un cuarto puesto "que me supo a gloria" y la clasificó para Pekín. Del 18 del 8 de 2008 "y fue la 8ª medalla para España", añade, todo está grabado a fuego lento en la memoria de Leire. "Por la mañana, cuando íbamos para el estadio, el fisio del equipo español me dijo que cogiera el chándal blanco, que es el que se utilizaba para la ceremonia de las medallas, y yo no le hacía caso pero me obligó a darme la vuelta para recogerlo. En el equipo había una euforia desmedida de que iba a conseguir medalla y yo no lo creía del todo".
Pero no era desmedida, había motivos para confiar en Leire "aunque al principio la carrera no fue bien para mí, Marianne Vos salió fortísima, con un ritmo impresionante y yo ya me veía fuera del podio, pero en la última vuelta me dije, aquí hay que darlo todo y al final fui bronce".
Olaberria no encuentra palabras para describir las sensaciones de ver colgada en su pecho una presea olímpica. "No sé, lo es todo, es el gran día, el sueño que tienes desde niña, aunque ya se había cumplido con estar en unos Juegos, y no te acabas de creer. Vives como en una nube recuerda con la cantidad de felicitaciones que recibes y yo recuerdo que el bajón me vino a los dos días, el cuerpo me dio la vuelta por completo. Pero todo es muy bonito y más en un deporte pequeño como es el ciclismo en pista". La camaradería y solidaridad olímpica es refrendada por Leire Olaberria "porque es verdad que vives los fracasos y las alegrías de los demás como propias, se palpa mucha emoción, es distinto a todo". Entre los recuerdos de Leire está "el agobio que me entraba ver cómo a Nadal le pedían autógrafos y fotos cada cinco minutos y él atendía a todo el mundo con una sonrisa en la boca. Era increíble".
Cuando entramos en terrenos pantanosos como es el goteo permanente de casos positivos por dopaje en el deporte del ciclismo, Leire es clara y contundente: "La principal responsabilidad es de los ciclistas, cada uno sabrá porqué hace las cosas" aunque deja claro que "no todos los positivos son iguales" porque no tiene nada que ver un positivo por dopaje u otro de "una intoxicación alimentaria". Le preocupa, y le apena, "la pérdida de credibilidad, que es lo más cruel, porque la duda se extiende a todo y en todas las circunstancias". "Los ciclistas han pasado de ser héroes continúa a estar permanentemente bajo la sospecha".
La corredora de Ikaztegieta utiliza un símil muy gráfico para explicar la situación: "Con el dopaje, los ciclistas hacemos lo mismo que cuando hay una caída en el pelotón, esquivarla para que no nos pille y después decir Uff, nos hemos librado". Olaberria asegura desconocer cuál es la solución, "pero estamos aceptando una que no nos da credibilidad", y no tiene nada claro que la salida sea la vigilancia cuasi policial que los miembros de la UCI efectúan sobre los ciclistas profesionales con un control hora a hora de todos los pasos que dan.
En este punto, Leire relata entre enfadada y divertida cómo recientemente, los conocidos como vampiros en el argot ciclista llamaron al timbre de su casa de Astigarraga a las seis de la mañana para efectuar un control. Aún somnolienta, a la ikaztegietarra no se le ocurrió otra cosa que llamar a los municipales del pueblo "porque a esas horas no me acordaba ni de que era ciclista y me asusté con los timbrazos". Así que Leire tuvo que mediar en la kafkiana situación de tener en el rellano de su casa a una pareja de inspectores franceses de la Unión Ciclista Internacional (UCI) que pretendían hacerle un análisis al amanecer y a una pareja de municipales de Astigarraga que, presuntamente, iban a detener a dos gamberros que resultaron ser técnicos de la UCI.
Le duele la situación, pero Leire aplica su medicina preferida, la responsabilidad personal, la misma que emplea al referirse a la situación del deporte femenino "donde las mujeres nos hemos acostumbrado a llorar mucho antes de demostrar lo que valemos, y lo que hay que hacer es exactamente lo contrario. Primero, ganemos campeonatos, demostremos lo que podemos hacer y entonces podremos pedir. Siempre tengo la sensación añade con rotundidad de que las mujeres estamos con excusas y lo primero que tenemos que hacer es una autocrítica y no aprovecharnos de eso de a ver quién es el guapo que se atreve a no conceder una ayuda al deporte femenino, independientemente de lo que hagamos nosotras".
Limpia y clara, como su trayectoria deportiva. Un constante reto de superación "el deporte me lo ha dado todo en la vida, solo tengo palabras de agradecimiento", que ahora solo tiene una meta, los JJOO de Londres.
Ahí, en la capital inglesa, acuna sus sueños dorados. "A ver... Primero tengo que clasificarme, tengo dos años muy exigentes y claro que lo buscaré, aunque asumo que pueda no darse. Pase lo que pase, yo sé que soy una privilegiada", concluye.

Publicado en Noticias de Gipuzkoa el 30-11-2010

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