miércoles, 17 de noviembre de 2010

Dejar de fumar

“Jorge, estoy leyendo el libro ese de dejar de fumar si sabes como porque o lo dejo o en menos de un par de años o voy a acabar andando por la calle con la esquela en la mano”, le suelto a mi hermano para buscar un poco de apoyo fraternal en lo que solo –para una tilde que sabía donde se ponía, la quitan– son intentos de pensamiento. Yo solo he intentado dejar de fumar de pensamiento. “No jodas, ese es un libro cojonudo”, me suelta a bocajarro, hundiéndome en la miseria. Él fuma un paquete y medio al día y me suelta lo de que es un libro cojonudo como quien habla de Dostoyevski o Edgar Allan Poe. “Jorge, joder, el objetivo del libro es dejar de fumar y no ganar el Planeta”. Ya, ya, no te pongas así, yo me leí de una sentada, me fumé varios trujas y me pareció cojonudo, sin más, no me lo leí para dejar de fumar, me lo leí porque estaba aburrido”. Así es mi hermanito, con varias pedradas consecutivas y ahora ya no sé si seguir leyendo o no, aunque tengo que reconocer que iba en la página 22 y llevo unos 22 días leyéndolo, a página por día, todo un ávido lector. El motivo es evidente, acojona acabar porque se supone que tienes que dejar de fumar aunque después de lo mi hermano igual me lo leo de una sentada con medio paquete de celtas sin boquilla, hago una crítica para el Babelia de El Pais y decido abandonar humos y malos olores el 1 de enero, que es lo que hace la gente sensata y normal. O para el 1 de septiembre, después del veranito, que el 1 de enero se hay overbooking de promesas. Jodido hermano, para qué habré hablado con él del tema.

Publicado en Noticias de Gipuzkoa

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