No tenían dinero en Lehman Brothers, ni siquiera sabían que fuera un banco, pero la crisis económica que cristalizó en otoño de 2008 no ha dejado títere con cabeza y, al final, se ha cobrado víctimas por todas las latitudes.
Sobre una mesa en una cafetería de Ordizia, y en torno a unos cafés y un buen surtido de pastas, se sientan Sheila Salamanca estudiante de Traducción e Interpretación, 18 años, Ignacio Pinto hostelero de 36 años, Santiago Bonilla trabajador en paro de 37 años y Edurne Rubio periodista y empresaria, de 36 años para tratar de dar luz sobre una situación que ellos no crearon pero con la que tienen que lidiar.
La primera conclusión evidente es que, a pesar de los pesares, el hecho de vivir en una comarca próspera como Goierri y una sociedad con un fuerte tejido de apoyo social, es de una ayuda inestimable. Incluso Santi Bonilla, en paro desde enero por un ERE en la empresa fabricante de grúas para la construcción en la que trabajaba, ve el futuro con optimismo, "y lo que estoy haciendo ahora es dedicarme a la formación, recibir cursillos e invertir mi tiempo para prepararme". Para Santi, lo ocurrido "se veía venir desde hace tiempo, porque no era normal lo que ocurría; lo de los precios de las viviendas era desorbitado". Edurne apostilla que era una situación que "tenía que reventar en algún momento", mientras Ignacio refuerza la tesis de los años de las alegrías, asegurando que "el nivel de endeudamiento en el que nos estábamos metiendo todos era insostenible".
Solo Sheila queda un tanto al margen de la discusión sobre los desorbitados precios de la vivienda, una de las causas de la crisis que se vive en el Estado, aunque reclama "que se den ayudas para las viviendas para jóvenes como se dan, por ejemplo, en Alemania, porque si no, no nos podemos independizar". Edurne le rebate que uno de los problemas es "la obsesión que tenemos por comprar viviendas, por tenerlas en propiedad", mientras que Ignacio reconoce que, al final, "todos nos metemos en la rueda y yo mismo compré un piso que vendí por el doble en pocos años".
A pesar de todo, los dos empresarios presentes en la charla reconocen que, en su caso, la crisis no les ha afectado en demasía ni han tenido que pasar por el trago de tener que despedir a nadie en sus empresas. "En mi caso comenta Edurne he tenido hasta suerte porque mi empresa se dedica sobre todo al tema de páginas web y esto es algo que a pesar de la crisis ha ido en aumento. No obstante reconoce sé que las agencias que se han centrado más en el diseño gráfico están teniendo muchos problemas".
Ignacio Pinto, por su parte, recurre a la costumbre social para afirmar que "lo último que hace la gente es dejar de salir y reunirse en los bares. Eso sí, no hemos subido los precios en los últimos años y la gente en vez de beber whisky pide cañas. Ahora, para ganar lo mismo que antes, hay que trabajar mucho más aunque también es verdad que el pequeño comercio es el que más está sufriendo los efectos de la crisis; la gente que antes se compraba cuatro pantalones al año ahora pasa con dos".
El consumismo voraz de nuestra sociedad pasa a ser el blanco de la diana de nuestros contertulios y objeto de debate sobre si es o no una de las causas de la situación a la que se ha llegado. "En la gente joven es una pasada, hay muchos jóvenes que solo viven para el consumo", afirma convencida Sheila, mientras Santi, más reflexivo, considera que "quizás haya llegado el momento de sentarnos en una mesa y reflexionar sobre a dónde queremos llegar a parar". Edurne tiene claro que al final, la crisis no solo es una crisis económica, "sino también de valores del sistema", mientras Ignacio considera que "no podemos seguir manteniendo el ritmo al que nos estábamos acostumbrando, era una locura las bodas que se montaban, ahora nos vamos de vacaciones aquí, ahora a esquiar...".
La estudiante, Sheila, reconoce que, en líneas generales, la gente joven "no está muy concienciada con todos estos temas; van más a vivir el día a día, a aprovechar el presente que a preocuparse por un futuro, aunque sí que hay gente que se hace todas estas preguntas y piensa un poco más allá". Una gente joven que, en el campo laboral, exaspera en cierta medida a Edurne, quien en su experiencia profesional ha tratado con jóvenes "a los que les daba exactamente igual todo. Yo creo que se ha perdido la humildad en este sentido, no quieren aprender en su gran mayoría".
Mano de obra barata El hecho de que se utilice a los jóvenes como mano de obra barata en multitud de empresas no considera Edurne que se pueda buscar como excusa, "porque yo también fui mano de obra barata en un momento dado y lo único que quería era aprender".
Una actitud, la de las generaciones de estudiantes, que a juicio de Santi Bonilla, "tienen el gran lastre de las prácticas, de la especialización, es el gran déficit que le veo yo a la Educación hoy en día".
Interviene de inmediato Sheila para recordar que el conocido como Plan Bolonia incide en este aspecto, "pero a día de hoy ni los profesores saben cómo tienen que aplicarlo", y se defiende de las críticas a su generación asegurando que, "aunque es cierto que existe cierta dejadez y un interés de vivir solo el momento presente, esto depende de la voluntad personal de cada cual y en eso hay gente para todo".
Los cuatro reconocen que la actual situación de crisis puede provocar que, por primera vez en la historia, pueda existir una generación que viva en peores condiciones materiales que su predecesora, aunque todos quieren mantener viva la esperanza de que las cosas acabarán, tarde o temprano, yendo a mejor.
Santi es el más contundente: "Vamos a acabar saliendo de esto", aunque reconoce que en su caso la búsqueda de trabajo es más complicada "de lo que era hace unos años porque para un puesto de trabajo se presenta mucha más gente y, ahora más que nunca, hay que seguir cogiendo más formación y conocimientos". Incluso, el trabajador en paro reconoce que "si me plantean la posibilidad de cambiar de país por un empleo, lo haría; no creo que la cosa esté para rechazar un puesto de trabajo".
Edurne también es optimista pero, sobre todo, espera que todo por lo que está pasando sirva, "para un cambio de mentalidad", mientras que Ignacio también apuesta por la mejora de la situación, "aunque en mi caso, el de la hostelería, tengo un poco de miedo al futuro por toda esta política de prohibiciones, como la del tabaco, que estamos viviendo". Y Sheila no tiene duda de que sus estudios de Traducción e Interpretación acabarán dando sus frutos, "porque en esto hay muchas salidas".
Publicado en Noticias de Gipuzkoa el 29-11-2010
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