jueves, 27 de agosto de 2009

'Ted' Kennedy

Con la muerte de Ted Kennedy acaba una saga que ha marcado en gran manera el devenir político de los Estados Unidos de América. Una saga peculiar de una familia combativa que refleja como pocas la historia del sueño americano. Y reconozco que siempre he sentido simpatía por los Kennedy. Por sus valientes posicionamientos políticos y por saber sobrevivir siempre a los múltiples escándalos en un país que no perdona los desvaríos en los asuntos de la moral. Es curioso, en Estados Unidos si algún político con pretensiones tiene un tropiezo moral o un exceso adictivo es enviado sin juicio ni defensa al fondo del pozo. Cualquier político, salvo los Kennedy, que han tenido en las faldas, el alcohol y las drogas su Biblia particular desde tiempos inmemoriales. Bostonianos convictos y confesos, irlandeses de origen y católicos profesos han sabido mantener siempre el espíritu rebelde e inconformista de la elitista Nueva Inglaterra. Desde que John Fitzgerald accediera al despacho oval de la Casa Blanca, los Kennedy siempre han sido una de las voces más limpias y claras de aquel país, al margen de coyunturas concretas. Ted era un claro ejemplo de ello. Ubicado en el ala izquierda del Partido Demócrata y con 45 años ganando su escaño en el Senado (que un Kennedy gane un escaño en el Senado por Boston es algo así como que Ana Urchueguia gane en Lasarte; un mero trámite) siempre ha predicado contra viento, marea, intereses y multinacionales para conseguir una sanidad pública para todos. El mejor homenaje que le podría hacer Obama es conseguirlo.

lunes, 24 de agosto de 2009

Úlcera

Tres años con Plutón fuera del Sistema Solar y acabo de descubrir donde se aloja Patxi López desde que hace 100 días fuese investido lehendakari. Pero no un lehendakari cualquiera no, sino el primer lehendakari con mayúsculas, como repite hasta la saciedad la prensa capitalina, y la local del grupo capitalino, con una unidad de criterio y argumentos rayando en lo chabacano y en el que sólo coinciden para glosar alguna hazaña de La Roja. A los periodistas nos resulta divertido ver como medios de comunicación que se apuñalan a diario, con técnicas propias de Primera Plana de Billy Wilder, al escuchar la sola mención de la joven promesa de Portu sustituyen los navajazos en el cuello por los piquitos en el morro. Enternecedor. Ayer, en esa multientrevista mundial, el periódico más anti-PSOE que ha parido la piel de toro le daba un épico titular de "Le hemos dado la vuelta a la tortilla". ¿A qué tortilla, Patxi? Además, sin ánimo de ofender, yo siempre que le doy la vuelta a la tortilla me sale un lado básicamente igual. Te tiraste varios meses poniendo a parir a Ibarretxe, y con razón, sobre que los vascos necesitábamos menos consultas y más soluciones a los problemas de las cosas de comer. Llevas cien días a las ordenes de los portadistas de los periódicos de Madrid retirando carteles que luego vuelven a poner para que los vuelvas a quitar antes de que los vuelvan a poner. Aquí hay un paro que no para de crecer, una vivienda por las nubes, unos arrantzales que no pescan, unos baserritarras a los que les chulean los precios y mil historias más a las que hay que meter mano y sólo se te ocurre pactar con la derecha. Me queda el consuelo de las úlceras que estás generando a las gentes de izquierda de las Casas del Pueblo. Triste consuelo.

miércoles, 19 de agosto de 2009

Óscar Pérez

Reconozco que no sé nunca cómo afrontar las tragedias en la montaña. Me superan por completo. Desfilar en plena adolescencia tras los ataúdes de dos amigos fallecidos mientras hacían alpinismo o llegar a portar esos mismo ataúdes en el caso de otros dos en la misma época fallecidos en un alud supongo que acaba por marcar. La agonía radiada de Atxo Apellaniz en el K-2, mientras Juanjo San Sebastián se dejaba ocho dedos en el intento de arrastrarlo como fuera, destapó toda la épica del deporte con mayúsculas. Aquel que poco tiene que ver con el reconocimiento ajeno y mucho con la búsqueda de la libertad en su plenitud absoluta. El año pasado me volvió a tocar de cerca cuando Iñaki Ochoa de Olza se quedaba para siempre en el Annapurna. Esta vez ha sido Óscar Pérez el que descansa en una repisa del Karakorum después de la sabia decisión de gentes que soñaron con lo que ya sabían de antemano que era imposible. Su colega de cordada, Alvaro Novellón, hizo lo imposible bajando a puro huevo hasta el base para buscar un helicóptero de los que no existen, de esos que suben hasta 6.300 metros. Óscar, que nació entre las cumbres del Valle de Tena, seguro que ha sabido en todo momento lo que le esperaba. Y eso es lo que no sé cómo se puede afrontar. El recurso fácil de las gentes es decir que mueren haciendo lo que les gusta. No es así. Es gente que desea con toda su alma no morir. Son pura vida. Aquellos que se atreven a vivir de la manera que los demás predicamos pero no nos atrevemos. Óscar, como se solía despedir Ochoa de Olza, salud y cielo azul.