miércoles, 10 de agosto de 2011

'Todos somos Mari Pili'

Lo más irritante que tiene parte de la izquierda –amén de esa insorportable superioridad moral que se autoarroga–, es ese complejo, surgido del dogma, de apuntarse a un bombardeo cuando un adoquín vuela sobre la cabeza de un policía. Son reflejos de dogma de fe, de doctrina religiosa en estado puro y duro. Si hay unos tipos tirando piedras a la policía, hay que estar con los tipos sin pestañear y después ya buscaremos la causa de la sangrante represión que sufren las criaturas para pegarle fuego a una ciudad. El síndrome del Mayo del 68 sigue vigente en una parte importante de la izquierda que no ve, porque no quiere ver no vaya a ser que la realidad le destroce el argumento, que los piltrafillas que están saqueando Londres, y a los que les importa un pijo la muerte del chaval negro, a quien realmente están destrozando el futuro son a trabajadores, a obreros, a gente que tiene un pequeño negocio, una pequeña empresa, un trabajo con el que poder seguir adelante y dar de comer a sus churumbeles. Enfrente de la gente que pelea por sobrevivir, una cuadrilla de aguerridos revupijos que salen de las tiendas bajándose la capucha y mirando la etiqueta del vaquero que acaban de afanar para ver si coincide con la marca de lo políticamente correcto que rige en su particular secta. En Londres, en todos los sitios, es necesario humanizar el sistema, dotar de salidas a quien no las encuentra y acabar con la dictadura financiera. Jamás lo conseguiremos si seguimos con la letanía del Todos somos Mari Pili, justificando y aplaudiendo a una pandilla de cuatreros, aunque tiren adoquines a los maderos.

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