miércoles, 31 de marzo de 2010

Ciencia

Atlas, gran detector de protones, además del libro gordo ése con todos los países que lo mismo sirve para llenar la estantería que para calzar la mesa que baila, registró a las 13.00 horas de ayer las primeras colisiones de protones a la alta energía prevista de siete Teralectronvoltios, ni seis ni ocho, siete. Y eso no es todo, amigos. Después de llegar a los siete Teralectronvoltios (¿Quién no tiene Teralectronvoltios del siete en su despensa, que diría el de Bricomanía) detectados por Atlas, que ha conseguido la pole position, le han seguido los otros tres, CMS, plata y segundo en detectar, LHCb que se ha llevado el bronce en un discreto tercer puesto y Alice que ha llegado la última, sin ninguna connotación de género, simplemente ha llegado la última pero también ha detectado, que conste. Una vez detectadas las colisiones, las gentes de la Ciencia se han echado al monte para celebrarlo. Para los que cada vez que abrimos el grifo y sale agua flipamos en colores y pensamos que alguno tuvo que pensar mucho y durante mucho tiempo para conseguir eso, historias como las de ayer nos suenan a chino pero nos reafirman en lo mal que está repartido el planeta de las celebridades. Gentes que entregan sus vidas, en condiciones indignas, para lograr pequeños avances que repercuten en el avance de toda la humanidad quedan en el anonimato, mientras que cualquier reducido que ejerce de mangarrán mayor del reino en un plató televisivo es reconocido en loor de multitudes y, lo que es peor, en cuatro programas consigue más pasta que el presupuesto anual de cualquier laboratorio de jóvenes investigadores.

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