martes, 6 de abril de 2010
Abusos e Iglesia
Nunca he sido amigo de la caza de brujas y me provoca un rechazo genético la muchedumbre que se agolpa a las puertas del juzgado para insultar al criminal. Siempre me han parecido, las dos cosas, de una extraordinaria bajeza moral. No me siento parte de la Iglesia católica, aunque esté bautizado, y tengo la sensación de que, por reacción, el tema de los abusos por parte de curas está sirviendo para que mucho talibán del otro lado desbarre hasta el ridículo. Y en medio, la jerarquía (benditas jerarquías) desaprovechando la ocasión de su vida de recuperar credibilidad al adoptar el cómodo papel del victimismo en vez de ofrecerse a la Justicia para aclarar hasta el último caso con el código penal en la mano. Y en medio, los auténticos paganos, los que sufrieron los desmanes y los cientos de millones de católicos de bien que asisten incrédulos a todo el peliculón. Estudié en colegios de curas, y en uno de monjas, y fui a una universidad católica, del Opus para más señas. No tengo ni una mala experiencia, al contrario, guardo agradecimientos y buenos recuerdos. Tengo gente cercana muy religiosa y no tengo ninguna duda de la inmensísima mayoría de curas y católicos. Por eso no entiendo las cazas de brujas, ni tampoco por qué el Vaticano no aprovecha para sacar a la luz hasta la última tentación del último seminarista, como jamás he entendido la lucha absurda de la Iglesia contra el sexo. Y es que ellos, más que nadie, deberían saber que no se puede atentar contra la madre naturaleza, que siempre gana, porque el fondo de la cuestión es la sexualidad descarriada que sigue pregonando Roma.
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