lunes, 12 de julio de 2010
Se acabó la juerga, camarada Paul
No sabes bien cómo te envidio, camarada Paul. Con la tontería ésta del Mundial, te has puesto de almejas hasta las orejas, con lo que a mí me pierden, las almejas. Además, lo tuyo sí que era como jugar en casa y que se las pusieran como a Fernando VII. Eligieras lo que eligieras, almeja tapiñada, que al fin y al cabo, que te conozco, era lo único que deseabas. Pero es que encima has acertado y has tenido a medio mundo pendiente de esa pecera y de la urna sobre la que te abalanzabas. Espero que no hayas encontrado a la de la perla y disfrutes de las mieles del éxito como si fueras un componente más de los de La Roja. Y ya, puestos a pedir, una vez acabada la juerga, lo justo es que desde el Hispánico Imperio te enviaran de forma regular un nutrido cargamento de moluscos bivalvos porque lo tuyo con el apetito es algo voraz. Y que no se te suba la gloria a la cabeza, aunque algún periódico de Madrit decida cambiar su cabecera y rodear las letras de su nombre con tus ocho fornidos brazos. Peores cosas se han visto bajo la piel de toro, que una cosa es vivir relajado junto a la puerta de Brandeburgo y otra caer en los tentáculos de los aduladores de La Roja. Y aquí mucho Paul, mucho pronóstico, mucho Pulpo pero nadie ha salido hasta ahora en tu defensa cuando anuncian por ti que te jubilas. Que ya no vas a pronosticar más, que te nos vas a morir en un par de telediarios porque ya tienes dos años y estás mayor, como los que tienen más de 30 en España para trabajar. Jubílate, pero exige derechos de autor y casca al menos metiéndote un par de docenas de almejas diarias entre pecho y espalda aunque te crezcan otros ocho brazos de golpe. Habla con Ramoncín, que de esto sabe un huevo, e igual resulta que hasta dentro de 200 años tus descendientes viven como pulpos reales sin pegarle un palo al agua. Te lo has ganado, camarada Paul, que tenías que ver la cara de gilipollas que poníamos todos cuando te lanzabas sobre la urna. Benditas almejas.
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