jueves, 7 de enero de 2010
El día 5 a última hora
Para los que venimos de familia de comerciantes, los recuerdos de la Navidad pasan por días de duro trabajo. De horas y horas tras el mostrador mientras tus amigos se quedaban en la cama hasta las 12. El sustento de casi todo el año estaba en relación con las ventas de esos días y casi todo Dios en la familia tenía que ir a echar una mano, amén de que la pasta que te pagaban al final te venía muy bien para solucionar unos cuantos fines de semana posteriores por colmados y tabernas. Pero entre todos, y buenos recuerdos, me quedo con la locura del día 5 de enero a última hora. El día 5 a última hora detrás de un mostrador se puede vender un kit erótico a monseñor Munilla. Y al precio que quieras. Los hombres porque el 95% de los que entraban el día cinco a última hora a la tienda de mi padre, que era de bolsos y artículos de piel, eran hombres llegaban desesperados, rogando que les vendieras algo, daba igual el qué y a qué precio. Y el 95% de ese 95% sin llegar a saludar preguntaban lo mismo: "¿Se puede cambiar?". Todo unos artistas los varones heterosexuales comprándoles bolsos a sus rivales que, en otro 95%, volvían el día 7 porque el bolsito en cuestión que sus maromos habían adquirido cariñosamente el día 5 no les solía pegar con los zapatos, jodidos zapatos. Y como ya nos conocíamos la película y nos lo pasábamos de cojones, mi hermano y servidor tensionábamos algo más la situación, con el reloj corriendo, con preguntas tipo ¿y cuál es el estilo de su mujer? para que los otros estallaran con el tradicional ¡y yo qué cojones sé, mujer, joder! Entrañable Navidad.
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