martes, 19 de agosto de 2008

El hombre que va a morir

En esta vida, dicen, hay que saber ganar, perder, estar arriba, levantarse del pozo, saber vivir y, por supuesto, morirse. No tengo ninguna gana de experimentar esto último, pero llegará el momento. Impepinable. Si hay alguna actividad ajena a los vaivenes económicos, estas son las funerarias. Viene esto a colación de la muerte anunciada de antemano de Paul Newman, al que no le dan ni dos semanas de vida. Con él se irá una de las partes más gloriosas y épicas del celuloide, un tipo de bien que ha sido un rara avis en esa hoguera de permanentes vanidades que es la industria de Hollywood, un tipo comprometido desde que tuvo conciencia de su poder precisamente con aquellos que no lo tenían o que, por circunstancias de la vida, peor lo estaban pasando. Pero por encima de todo, un pedazo de actor, muy por encima de su atractivo físico, que ha sido la admiración de generaciones de mujeres (y supongo que de algún hombre también). Dicen las mujeres que no entienden porque los maromos no sabemos cuando un tipo es guapo o no. No es que no lo sepamos, es que no lo decimos. Peajes que tiene lo del género. Todos sabíamos que Newman era guapo. Pero por encima de eso, sabíamos que fue quién interpretó La leyenda del indomable, Dos hombres y un destino, El golpe, El color del dinero y tantas y tantas otras obras que nos han hecho disfrutar. Ahora, conocedor de la muerte inminente, sólo quiere pasar las últimas horas rodeado de los suyos lejos de la fría cama de un hospital. Se va como ha vivido. Con sobriedad y dignidad.

No hay comentarios:

Publicar un comentario