martes, 25 de octubre de 2011

Para nada

Es curioso, con casi toda la gente que he hablado sobre el cierre por derribo de ETA me han comentado lo mismo. El anuncio de la muerte del difunto ya fallecido no ha provocado ninguna celebración más allá de la más importante, la que cada cual ha desarrollado con su historia. Y todos hablaban de lo mismo. Recuerdos de muchos años soportando lo inaguantable. Cada cual los suyos. Cuando los últimos mohicanos del Consejo del Sanedrín soltaron ese paranóico axioma de que gracias a las barbaridades cometidas durante 50 años había llegado el día en que era posible acabar con las barbaridades –lo que evidencia que la pureza doctrinaria puede llevar directamente a la locura– la reacción del personal se fue directamente a la memoria personal. A la memoria del sufrimiento propio, cada cual el suyo –a distintos niveles, por supuesto– pero todos de una u otra forma nos hemos visto salpicados por el último reducto del franquismo. Y de todos los lados, porque el sufrimento no distingue bandos. El único legado del que se pueden sentir orgullosos los aduladores del pensamiento único es el de la perversión. Lo único que han conseguido es pervertir a esta sociedad hasta límites inasumibles. La pervesión política pero también la social. Han deshumanizado a una sociedad que ha estado lustros considerando normal lo anormal. Es la única medalla que les pondrá la historia. Lo demás, no ha servido para nada. Para absolutamente nada más que para que podamos contar a nuestros nietos que hubo en tiempo en el que vivimos en unos caminos por los que nunca hay que transitar. Agur, ETA, hasta nunca.

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