Solía contar Saramago la historia de un pequeño pueblo italiano en el medievo en el que un hombre subió al campanario de la iglesia e hizo doblar las campanas a difunto. Cuando los lugareños le preguntaron que porqué había hecho eso si no había fallecido nadie, él respondió que lo hacía porque la Justicia ha muerto, después de un pleito ganado por los vericuetos legales de los poderosos frente a la ética y el sentido común. Aquel tipo se subió al campanario para certificar por medio del volteo de las campanas lo que todo el mundo sabe desde tiempos inmemoriales. Esta semana, se conocía que unos piratas legales –con todos mis respetos a las buenas gentes del Partido Pirata– se han embolsado cantidades insultantes como indemnizaciones tras pasar por los consejos de administración de cajas públicas que habían saqueado para tener contentos a los capos locales de la cosa política en Valencia y Galicia, y después de haber recibido miles de millones de ayudas públicas para tratar de tapar los desmanes. Puede ser inmoral pero no es ilegal es el cansino sonsonete al que recurre una y otra vez la delincuencia institucionalizada para justificar los saqueos. El problema no es que existan estos piratas sino que la supuesta legalidad de cobijo a semejante banda de pirañas y que no haya ningún juez en este país para juzgar a quien, a través de la legalidad, se mete al bolsillo el dinero del fondo común. Si en dos minutos cambiamos la Constitución, debería costar medio cambiar las leyes que amparan a los vándalos. Pero no sé qué me da que en este país solo quedan campanas para la Duquesa de Alba.
Publicado en Noticias de Gipuzkoa el 6 de octubre de 2011
Lo has etiquetado como Banca y Crisis económica... cuando podías haber usado "Banda organizada", "Poliíticos estafadores", "Mafia financiero-política", "Hijos de fruta"... Oportunidad perdida... Blando, queres un blando.
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