viernes, 22 de julio de 2011

"Ese es de nuestro pueblo"

Cuatro de la madrugada del viernes 19 de julio de 1991. Calle Paulino Caballero. Ni Dios por las calles. Hace cien horas que han terminado las ferias y fiestas de la capital del Viejo Reyno y aquello es un oasis. Pero yo ya sabía que el Azagra no acudiría a la cita para vestirnos de amarillo apareciendo por el portal de su casa y, efectivamente, así fue. A las cuatro en punto, como habíamos quedado, apareció hecho un señor pero desde la calle Tejeria, subió un segundo a su casa a hacer ruido con las puertas para que supieran que estaba vivo y se sentó de copiloto en el Panda.

-¡Qué cojones tiene el Panda!

-Sí, Dani, sí. Venga, túmbate y duerme que calculo unas cuatro horas hasta Val Louron

-¿No viene Jordi?

-No, ayer estuvo en Jaca y ha llegado a las mil, ya sabes como son las nuevas generaciones de periodistas.

-Unas nenazas. Por cierto, ¿cómo se ha pasado Butanito con Banesto, no?

El Azagra hacía referencia a la etapa del día anterior, a la que acababa en Jaca, en la que el periodismo patrio cargó las tintas sin remilgos contra el equipo que dirigía José Miguel Echavarri, especialmente la bestia negra de los aficionados navarros, el enemigo público número uno, José María García, que no desaprovechó la ocasión para descalificar desde José Miguel Echavarri hasta la estrategia elegida para la Batalla de Noáin de 1521, llevándose por delante a todos los profesionales que conformaban el equipo de Navarra, esa continuación del Reynolds que había colocado al ciclismo español en el panorama internacional después del Tour del 83.

Mientras recordamos el ataque de Induráin el día anterior a la llegada a Jaca para insuflarnos ánimos y el Azagra empieza a dormitar, el Portalet, el Aubisque, el Tourmalet, el Aspin y Val Louron duermen placenteramente a la espera de la batalla que, ese día sí, el equipo de Navarra va a plantear desde el principio hasta el final. La típica emboscada de Tour que debería haber callado bocas, aunque bien sabido es que boca hispánica jamás rectifica.

Después de cuatro horas de viaje con el Panda más pletórico que nunca, llegamos al pie de Val Louron sin ser todavía conscientes de que íbamos a asistir a un cambio generacional en el mundo del ciclismo, en los que los Delgado, Fignon, Lemond, Mottet y compañía iban a plegar velas de forma definitiva ante Induráin, Bugno, Chiapucci...

Para llegar, tuvimos que pasar el correspondiente impuesto revolucionario de los gendarmes franceses para poder dejar el coche a una distancia accesible a los humanos para dirigirnos a Val Louron, un puerto inédito en la ronda gala que, finalmente, pasó a la historia. Veinte francos de los de entonces para aparcar y primer encabronamiento del Azagra -que había vuelto a la vida- con los guardianes de la ley galos. Eran poco más de las ocho de la mañana pero aquella temperatura ya nos indicaba que lorenzo iba a sacudir de lo suyo. Menos mal que habíamos estado ocho días de entrenamiento en el tendido 5 de la Monumental pamplonesa y nada nos asustaba.

-Lástima que no esté Julián. Esta etapa era propicia para él y no aquella de Serranillos, sentencia Azagra.

No podíamos olvidar a nuestro mito de la época -y actual-, Julián Gorospe que, inexplicablemente, no estuvo entre los elegidos por el tándem Echavarri-Unzue para el Tour del 91. Dos años después, en un mítico ascenso al Tourmalet con Induráin de amarillo, se comenta que el villavés tuvo que acercarse a duras penas al rubio de Mañaria para comentarle, "Julián, afloja que me quedo". Genio y figura.

El caso es que no estaba Gorospe y que la etapa se presentaba totalmente abierta después de que la de Jaca -como era previsible viendo el perfil- no aclarase absolutamente nada. De líder, un sorprendente Leblanc que tenía encandilada a la gabacherie con Greg Lemond al acecho y Mottet de tercer invitado. Delgado ya está a más de siete minutos mientras Induráin se sitúa en un esperanzador quinto puesto a casi cinco minutos del francés. Echavarri para la prensa sigue insistiendo en las dos bazas con las que juega pero, para sus adentros, ya sabe perfectamente que la buena, la de verdad, es la que tiene que jugar con el navarro, que el año anterior ya podía haber ganado la ronda gala si no hubiera ejercido de gregario de lujo para el segoviano.

La canícula sacude de lo lindo y Azagra se afana por apropiarse de forma indebida de una botella de agua de una típica familia gala -con perrito y abuela incluidos en el lote- que decidimos que tienen que ser de Montpellier, porque suena bien el nombre, y que habían aparcado la caravana a dos kilómetros de meta y -¡oh!, magia- tienen una tele con antena parabólica. Así que ahí se acabaron las discusiones y decidimos que esa curva a dos kilómetros de meta es la idónea. Tienen televisión, botellas de agua y el perro no sería capaz de aguantarnos media patada. Ahora solo falta que Induráin le meta diez minutos a Leblanc y pase por encima de Lemond. Todavía es tiempo de soñar.

Los txirrindularis echan a rodar y la información llega a cuentagotas a las cunetas. Por lo visto, el Azagra y yo no somos dignos para ser acreditados por Navarra Hoy y los reporteros estrella del periódico habían malgastado las balas el día anterior en Jaca. Como mucho, el tío Félix nos había reservado una página para que hiciéramos "algo de ambiente", que es una sutil manera de decir que podemos escribir las paridas que se nos ocurran de lo que veamos, pero nada de molestar a los ciclistas. Los reporteros estrella se comieron una etapa de chichinabo y todavía hoy el Azagra y yo seguimos contando que estuvimos en Val Louron. Allá no había casi navarros, salvo un incondicional de Unciti que pasó con la bandera foral al hombro para nuestro regocijo.

Las primeras referencias de la pantalla gigante que había a medio kilómetro de meta hablan de lo único que les interesa a los franceses, que Leblanc sigue en el grupo de cabeza. Rugido generalizado.

-Este cabrón de gabacho no aguantará, ¿no?, le comento a Azagra.

-Ni p'a Dios. Este llega aquí con la lengua fuera.

Los de Montpellier, organizados como cualquier familia media gala, van dando cuenta de las viandas y colocan a la abuela debajo de la sombrilla. Tienen sillas para todos, agua para todo el pelotón y televisión de colores. Azagra y yo les miramos suplicando. Ni caso.

También hay algunos con radios y tratamos de obtener información de la manera que sea, para olvidarnos del sueño, la sed, el hambre y el megaclavo sanferminero que todavía llevamos a cuestas. Y sin saber todavía cómo, la frase que todavía nos retumba en los oídos -veinte años después-, ¡se ha escapado Induráin, se ha escapado Induráin, Delgado se queda!

Saltamos como resortes y una sonrisa de oreja a oreja ya no nos dejará hasta que el Panda nos devuelva sanos y salvos nuevamente en Pamplona a las tantas de la mañana. Tras los pasos del Portalet y el Aubisque, en donde los favoritos, más o menos, han ido juntos, el Tourmalet empieza a pasar factura. Leblanc se queda -los de Montpellier comen, pero no son felices- y Perico Delgado empieza a cerrar una etapa del ciclismo español, una de las más grandes. No se puede dejar tirado como una colilla a una leyenda, no se debe, así que Echávarri decide que Jean François Bernard -un gabacho de los nuestros- se quede con él. Cuando falta un suspiro para coronar el Tourmalet, Lemond flaquea y el nuevo líder del equipo de Navarra decide que hay que empezar a cambiar de época, mientras algunos micrófonos patrios afilan los cuchillos entre los dientes para certificar la defunción de los de Echávarri. Induráin, con su insultante pedaleo soviético, está al margen de toda miseria y más que encima de la bici parece que transita subido al tractor de su padre cosechando por los campos de la Cuenca.

Nada más superar el alto, se olvida de meterse periódicos en el maillot y de la comida, y se lanza a tumba abierta en busca de la gloria. Pisa varías veces la hierba en un descenso de vértigo, en el que llega a sacar más de un minuto a un Chiappucci, que a mitad de bajada decide ir a la caza del navarro. Echávarri se acerca al villavés en el tramo entre el Tourmalet y el Aspin y le recomienda que espere al bravo italiano. Disciplinado como siempre, Induráin baja el pistón, espera al Diablo y el dúo se planta a pie del Aspin con 1'43'' sobre un grupeto en el que marchan Lemond, Fignon, Bugno y Mottet. Delgado ya es historia.

Pero el Aspin pasa factura al estadounidense, que pierde tiempo mientras que Induráin y el italiano caminan hacia la gloria. El cambio de era ya está activado y la llegada del villavés a la curva en la que estamos el Azagra, los de Montpellier y yo es épica, y eso que los de Montpellier no abren la boca, ni siquiera la abuela.

Tras Induráin y Chiappucci, Bugno, Fignon, Mottet y un rosario de corredores con la reserva puesta van desfilando en la emboscada pirenaica. Delgado pasa a 14 minutos completamente roto mientras que Iñaki Gastón repta materialmente de lado a lado del asfalto suplicándonos agua como el del chiste de la isla de Forges.

Arriba, Chiappucci se lleva la etapa e Induráin el liderazgo. Los dos han levantado el puño, uno por la victoria, el otro por todo lo que ha tenido que escuchar. Me voy con el Azagra a meta y conseguimos ver al de Villava a unos cien metros. Le gritamos, le aplaudimos, la saludamos. Todavía creo que nos saludó pero no estoy seguro. Bajamos Val Louron con una sonrisa de oreja a oreja que en realidad quería decir al mundo entero, "ese grande que se ha puesto de amarillo es de nuestro pueblo".

Como dos críos con zapatos nuevos, vuelta al Panda, que espera majestuoso en las faldas de Val Louron. Pasamos el túnel de Bielsa y nos damos de bruces con el cartel que llevaba a Plan, un pueblo que unos meses antes se había hecho famoso por una caravana de mujeres.

-Que, Nagore, ¿vamos a ver si queda alguna que se nos han pasado otros Sanfermines sin triunfar?

-Deja Azagra, deja. Que hay que escribir. Ya volveremos otro día.

Lo que no sabíamos entonces es que durante cinco años seguidos tuvimos plan asegurado todos los meses de julio. Con los del equipo de Navarra y aquel chaval de Villava.


Publicado en Diario de Noticias el 22 de julio de 2011.

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