EL martes, Patxi López se reunía con afectados de uno de los mayores escándalos que tiene que afrontar este país en la etapa democrática, el de los niños robados, y aseguraba que les iba a prestar todo su apoyo. Perfecto. Hubiera sido pluscuamperfecto si cuando EB presentó hace poco más de un mes una iniciativa en el Parlamento Vasco para abrir una línea de ayuda económica a los afectados, los parlamentarios que sustentan al señor López en el sillón –es decir, los del PSE y los del PP– hubieran apretado el botón del SI en vez de decir que NO. Estamos en lo de siempre; reuniones, foteros, los de la tele, mucho paripé para vender motos y a la hora de la verdad, la que vale, la de votar, esa en la que no tienes a cuarenta cámaras que reproducen tu discurso de postal, entonces era que no. Y no sería algo de extrañar –lo hacen todos desde tiempos inmemoriales– si no estuviéramos hablando de la punta del iceberg de la mayor desvergüenza que puede tener cualquier sociedad civilizada. No se sabe en que acabará esto pero, si como se presume, estamos hablando de un red –bien por motivos económicos bien por motivos religiosos– que se dedicaba de forma sistemática a decir a madres que sus bebés habían muerto para darlos en adopción –secuestros en vigor, se mire como se mire–, en realidad estamos hablando de un estado tercermundista en el peor sentido del término. Sabemos lo que ocurrió en Argentina y Chile y no estaríamos nada alejados. Aunque cueste asumir todo lo que se está escuchando, hay que ir hasta el final. Y a poder ser en los parlamentos, cuando se deciden las cosas, las de verdad.
Publicado en Noticias de Gipuzkoa el 14 de julio de 2011
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