sábado, 1 de diciembre de 2007

Arquitectos divinos

Mantengo la teoría de que los arquitectos divinos rara vez prueban lo que perpetran. Pero está de moda llamar a un gicho de renombre, pulirte la mitad del presupuesto municipal y que el cuatrero de turno se casque un armatoste de mil pares, suelta el speech sobre la conjunción de los elementos haciéndose un todo con el Cosmos y aquí paz, después gloria y cheque y, además, que no me toquen mi obra de arte, que yo soy un peazo de intelectual. Calatrava es uno de ellos, pero los hay a cientos. Un puente, Calatrava, es básicamente para cruzar, a poder ser sin matarte. Es decir, un par de pilares verticales y superficie horizontal sobre los pilares. Sencillo, práctico, pa cruzar sin necesidad de llevar los patines ni los arneses y el piolet para bajar a la acera cuando se acaba el puente. Entiendo que te cueste entenderlo, pero así de sencillas son las cosas. En Pamplona, otro de estos también la lió parda. Hizo la plaza del Baluarte con un adoquín impracticable para los seres humanos, fundamentalmente los seres humanos femeninos. Costó Dios y ayuda quitar aquello de allá, ante la desolación de los zapateros. Y en plan más mundano, aquí mismo, en esta redacción, el que diseñó el baño de los maromos tuvo un día malo. Porque además creo que fue un maromo que, o bien le tocó dibujar esa parte en día de clavo, o bien es un hombre sin pito. Así de claro. Ahí sólo cabe uno que, además, mientras micciona tiene que estar con el codo derecho preparado por si entra otro y le tira con lo que ello conlleva, amén que la vista de la puerta va directamente a dos puestos de mujeres redactoras. Un auténtico fenómeno el que parió nuestro baño. No lo hemos vuelto a ver.

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