A Olentzero le pedí como me pide los regalos mi sobrino pequeño; “Algo que sepas que me guste”. A mi edad es algo lógico pedir así los regalos pero con cinco años lo que esperas es que te de todo tipo de detalles del artilugio deseado pero no esperas ese “algo que sepas que me guste” que en su boca viene a ser algo así como “jódete y cúrratelo buscando”. Pero uno no elige a los sobrinos, le tocan. El caso es que Olentzero acertó de pleno. En un alarde de originalidad me trajo un libro, una vez superados los estrepitosos fracasos de corbatas y colonias. Es un tocho de 600 páginas y llevo 120 pero El club de los optimistas incorregibles me ha atrapado como hacía tiempo no me atrapaba ninguna lectura. Ya avisa en el prefacio: “Prefiero vivir como un optimista y equivocarme que como un pesimista y tener siempre razón”. Dice la publicidad que está arrasando en Francia y es que no es un libro, es una necesidad; la supremacia del sentir sobre el pensar. Si de algo estamos cada día más necesitados es de recuperar las ilusiones que tuvimos, aunque se empeñen en segarnos la hierba bajo los pies. Siempre es preferible recorrer el camino, aunque se fracase, que teorizar sobre su previsible fracaso. Espero que el 2011 me regale riadas de gentes dispuestas a ponerse el mundo por montera y me aleje definitivamente, y para siempre jamás, de todos los sesudos cargados de argumentos y de justificaciones permanentes, con el futuro planificado con escuadra y cartabón, de los que miden hasta el aire que respiran, porque de estos últimos será para siempre el reino del aburrimiento.
Publicado en Noticias de Gipuzkoa el 29-12-2010
Concedido, Guillermo...
ResponderEliminarMuxu bat