viernes, 27 de agosto de 2010

Mineros

Si existe un buen Dios, que no tengo ninguna duda de que existe, tiene que estar detrás de los 33 mineros atrapados en la mina chilena de San José, a 700 metros de profundidad, vivos de milagro y sin tener ni la más remota idea de que pueden pasar allá los próximos tres meses. Me fascina que en la era en la que vivimos no se pueda sacar en dos días a 33 seres humanos que se encuentran en las entrañas de la Tierra. Pero supongo que no se podrá, que habrá que hacerlo despacio para evitar que la ruina de mina en la que se ganaban las lentejas vuelva a derrumbarse, esta vez de forma letal. Me lo quiero creer. No contemplo que si fuera en una mina en Pennsylvania saldrían en tres días pero en Chile todavía se tarde tres meses. No creo que todavía hayamos llegado a esos niveles de miseria humana y que si hubiera alguna máquina especial en Los Ángeles o en Oslo ya la habrían enviado. Quiero creerlo. De lo que no tengo ninguna duda es de que, si les hacen llegar comida, aguantarán. Son mineros, una raza fuera de catálogo, acostumbrados desde siempre a lidiar con lo peor. Ahora, las autoridades dicen que les preocupa su salud mental. Seguro que tienen en cuenta que el concepto sobre salud mental de quien se mete todos los días a las cinco de la mañana a sacar carbón difiere notablemente del que coge el autobús para ir a las nueve a la oficina. Me alegro de que las autoridades hagan todo lo posible. Ahora sólo falta que pongan en condiciones mínimamente dignas a todas esas miles de minas que hay por el planeta para que no tengamos nunca que volver a confiar en ese buen Dios que ayudará a los chilenos.

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