jueves, 5 de febrero de 2009
¡Leyes, Zapatero, leyes!
El otro día apareció Obama por el Despacho Oval, firmó un papelito y en minuto y medio consiguió lo que no habían conseguido muchos, con poder para hacerlo, durante décadas. En concreto, legisló sobre que una mujer que realiza el mismo trabajo que un hombre no puede cobrar menos. Ayer, limitó el sueldo de los directivos de aquellas empresas que reciben ayudas públicas. Por ley, Zapatero, por ley. Y digo esto por la fantástica reunión del talentoso leonés con los banqueros, para que estos últimos den créditos a familias y empresas con el dinero que todos les hemos regalado antes de que acabe esta historia con la gente a mordiscos por las esquinas. Me fascina, me ha fascinado siempre, la capacidad de los socialistas para exprimir hasta el vómito la imagen, la figuración, la fachada, los pajaritos pío-pío y los gatitos miau-miau . Son, de lejos, los mejores en la puesta en escena, en la farsa del teatro de la política, en el permanente engaño masivo. Después de la reunión, los del Gobierno, aleccionados por toda la tropa de gurús del marketing y del thanking-thinking ése de los cojones, se hacen los enfadados con los banqueros, el se nos está acabando la paciencia ; lo que quiere oír el pueblo. Palabras reproducidas hasta la saciedad por los medios que les escriben al dictado. Palabras que, como todas, se las lleva el viento. Pero hay otra manera. Es menos populista, menos eficaz, da menos votos y todo eso, pero es infalible. Se llama legislar y no hay viento que pueda con ellas. Si hemos entregado graciosamente tropecientosmil millones de euros a los que nos han metido en este fregado para no acabar apuñalándonos , tampoco costaría tanto obligar por ley a que ese dinero sea destinado a familias y empresas para activar la economía, y quien no cumpla con la legislación vigente, que se atenga al Código Penal. Es muy sencillo y leyes más infumables se han perpetrado por estos lares. Pero, me temo, nos quedaremos con la foto, las declaraciones, los graznidos para el circo romano. Seguiremos instalados en la farsa de una política en la que ya no cree nadie.
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