sábado, 24 de mayo de 2008

Lección en el Himalaya

A la misma hora que 27 gerifaltes clasificaban entre buenos y malos a los seres humanos en función de dónde habían nacido, el rumano Horia se desvivía a 7.400 metros de altura derritiendo nieve para que el navarro Iñaki, inerte y sin habla, pudiera beberla y salir del jodido trance. Dos suizos que no se jugaban nada en la película trataban de subir a zancadas al maldito campo 4, donde agonizaba Iñaki. Sólo llego Ueli, que relevó a un Horia que empezaba a tener síntomas de edema pulmonar, por lo que tuvo que bajar. Horas antes, el nepalí Nima, amigo de Iñaki, sacó de la cama en Katmandu al kazajo Denis, implorándole su ayuda y ofreciéndole todo el dinero del mundo. El kazajo le mandó a tomar por saco cuando oyó lo del dinero (cobra un salario de 50 dólares mensuales en su país), alquiló un helicóptero y, junto al canadiense Don, se lanzó al Annapurna. El kazajo, un fuera de serie, era quien antes podía llegar con oxígeno. Se quedó a tres horas porque, al final, el corazón de Iñaki reventó. Detrás del kazajo venían 14 montañeros en una impresionante cordada solidaria. En Pamplona, un grupo de amigos sacrificaban días y noches a cambio de volver a verle. A quienes tuvimos la suerte de conocer a Iñaki, sólo nos queda rendir pleitesía a esta gente. Son las situaciones en donde uno se empequeñece hasta el ridículo al ver semejante grandeza moral. Si alguno de esos 27 gerifaltes entendiera algo de esto, otro gallo nos cantaría. A Pilar e Iñaki, sus padres, lo de siempre, que además es verdad. Su cuerpo será cubierto por la belleza. Agur, Iñaki. Ha sido un placer.

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