lunes, 7 de enero de 2008

Se siente, Hilaria

Una vez superado el shock que me produce que Jorgito Bush no siga otros cuatro años más en el despacho oval (para los periodistas es una auténtica mina el chaval) en las elecciones de yankilandia siempre tengo que optar por eliminación, una vez que no creo que pueda salir nada bueno tal y como está montado el negocio por esos lares. Y entre mis obsesiones, una de las muchas debido a lo avanzado de mi edad, está que la señora Hillary Clinton no salga elegida. No podría soportar cuatro años de papel couche, dictadura de lo políticamente correcto, fachada mediática y demás para que todo siga igual. Probablemente con el beltza de Illinois no cambie nada pero el hecho de que no tenga el apoyo de las grandes corporaciones multinacionales, que se vuelcan con la Hilaria por razones obvias, hace que ya me caiga más simpático. Además, su condición de trabajador social e hijo de inmigrante keniata me hace albergar una mínima esperanza de que algo cambie de una santa vez frente a la abogada pija que ejerció ocho años de primera dama y no cambió nada y que, después, como senadora por Nueva York apretó el botoncito para dilapidar los derechos civiles de los estadounidenses con el Patriotic Act tras el 11-S, para apoyar la invasión y destrucción de Afganistán y para precipitar a Irak a una sangrante guerra civil sin cuartel. De su famosa reforma de la sanidad para el acceso universal a la Seguridad Social de la que habló en 1992, 40 millones de estadounidenses fumando esperan una preciosa mañana del 2008. En resumen, cualquier cosa menos la Hilaria. A ver si me voy a acabar haciendo de Jorgito.

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