sábado, 26 de enero de 2008

Sin lugar en el mundo

Un lugar en el mundo fue una maravillosa película que debió llevarse el Oscar a la mejor obra extranjera de no mediar intereses políticos de por medio. Pepe Sacristán, Federico Luppi, Cecilia Roth y Leonor Benedetto hicieron más grande y habitable el mundo gracias a una perfecta interpretación sobre la dignidad humana, sobre el orgullo bien entendido del resistente. No tengo ninguna duda que Tomás Delgado Bartolomé no ha visto en su mísera vida la película. Es mejor que no la vea. No la entendería. El sujeto (disculpen los sujetos), cuesta dar un calificativo al tipo (disculpen los tipos) en cuestión, ha demandado a los padres del joven ciclista al que mató con su flamante Audi para que le entreguen los 20.000 euros que costó la reparación de su máquina de matar. El individuo (disculpen los individuos) circulaba de noche a 160 kilómetros por hora y dió un 0,15 en la prueba de la alcoholemia. Según el gicho (disculpen los gichos) en cuestión, motivado porque después de matar a Enaitz, y con su cadáver en la cuneta, les pidió un whisky con coca-cola a sus coleguitas para calmar los ánimos. Vamos, lo que se hace en situaciones como esta, pedir un whisky mientras esperas al tedioso trámite de la retirada del cadáver. En el colmo de los colmos insuperables, Tomás (disculpen los Tomás) no tiene ningún recato para salir ante las cámaras como si Enaitz hubiera sido un gato que se cruzó en el camino. Dice que tiene hijos. Lo lamento por ellos y les doy mi apoyo. Definitivamente, hay gente que no tiene lugar en el mundo.

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