sábado, 17 de noviembre de 2007

Muerte en el Tajo

No puede ser que un obrero hernaniarra de 53 años acabe muerto mientras se ganaba el pan de los suyos en el tajo de una obra que estaba sin apuntalar. Ni que un electricista de 22 años de Elorrio acabe abrasado vivo por la explosión de un depósito de magnesio que mandó al hospital a otros cinco compañeros del fallecido. Ni tantas y tantas que llevamos este año en Euskadi. Esto se está convirtiendo en una auténtica lacra social y como tal habrá que afrontarla. Como la violencia de género. Ni más ni menos. No nos podemos acostumbrar a ir a la cola de Europa en materia de seguridad laboral y seguir con el reaccionario argumento de que los obreros son unos imprudentes o beben vino antes de subir al andamio. Y no digo que no los haya, porque los hay, pero digo que mientras que aquí la imprudencia de un trabajador que se aproxima en exceso a la máquina cortadora se paga con la muerte, en Alemania la que se para es la máquina cuando el currela se acerca demasiado. Ésa es la diferencia y ahí hay que atacar. Inversión en seguridad laboral. Hasta estaría a favor de que se les rebaje a las empresas aún más el Impuesto de Sociedades si el diferencial va a parar a asegurar la vida de los trabajadores. Y de una vez por todas, por favor, ya basta del siniestro baile de datos contradictorios cuando estamos hablando de vidas humanas en función de que hablen los sindicatos o la administración. Un muerto en el tajo es un muerto en el tajo aquí y en Sebastopol. El problema es que aquí estamos cogiendo una carrerilla de acojonar. En esto somos de Champions League y no es motivo de orgullo para nadie.

No hay comentarios:

Publicar un comentario