martes, 23 de octubre de 2007

El hijo de papá Hamilton

Insisto. No es un deporte, eso no puede ser un deporte. El caso palpable lo tuvimos el domingo cuando a Alonso le dieron el coche malo (como solía hacer mi padre con mi madre, gracias a lo cual ahora sigo teniendo madre) y los de rojo corrían como cigalas, que es lo que soltó un colega absolutamente poseído de ron cuando quiso decir gacelas ante el alboroto general. Por eso no puede ser un deporte. Porque depende de que te den el coche de chichinabo o el de verdad. Pero reconozco que lo del domingo en Brasil trascendía lo deportivo. Un españolito medio bastante fantasmilla al que le estaban puteando para escándalo de la prensa patria, un jovencito inglés de color con papá incluido, el pérfido británico baranda de la escudería de los malos malísimos y un finlandés con una alegría natural en el rostro similar a la de gure Markel Olano, especialista en romper hasta los tanques de la Brunete, el finlandés, no Markel. Sólo faltaba el Montoya haciendo el macarra en las chicanes. Así que lo del domingo estuvo muy bien. A los británicos, con perdón, sólo les deberían dejar jugar al fútbol, al rugby y producir cervezas y whisky. En lo demás, son para echarles de comer aparte. Por eso el resultado gusta al personal. Hubiera sido insoportable una nueva mamá de los Vicario y aguantar al calvo de Telefive con el tercer título de Alonso también hubiera sido demasiado. Así que, al final, el émulo finés de nuestro diputado general, txapeldun. Y eso que muchos pensábamos hasta el final que se iba a enganchar con la bandera a cuadros y se iba a quedar a medio metro. Que Kimi es muy capaz de eso y de más.

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