sábado, 26 de abril de 2008

El sexo de los bebés

Entre las antemociones de las premociones anteriores a las mociones para desalojar a los de ANV de las alcaldías que tanto fascinan a los barandas de los medios de Madrid (básicamente por eso: porque viven en Madrid) y las tentadoras ofertas de Badiola para comprar por 17 millones lo que costó 43 hace 15 años (cuando mire piso te llamaré, Iñaki, a ver si me sacas algo por cinco kilos de los de antes en Miraconcha) ha pasado desapercibida una noticia que estaba llamada a revolucionar el mundo. Una vez más, los periodistas nos hemos dejado arrastrar por la ola (la de los acontecimientos, no la de Odón) y los árboles no nos han dejado ver el bosque (qué bien ha quedado esto último). En definitiva, no hemos dado la categoría que se merecía al hecho de que las universidades de Oxford y Exeter han llegado a la conclusión de que el sexo de los bebés está directamente relacionado con la dieta de la madre durante el embarazo, amén de los cromosomas esos X e Y que emitimos los hombres con tanta elegancia en el esperma, que ayudan pero no son determinantes, lo que confirma que cada vez servimos para menos. La conclusión, la lógica. A menos calorías y productos light, niña, y mamá embarazada ciega por el chuletón, maromillo. Lo que me jode es que tira por tierra la científica teoría de un colega de que el sexo de los bebés estaba en función de si el polvo había sido ejecutado con ilusión o sin ilusión. Al colega en cuestión le gustan el fútbol, los toros, el boxeo y el whisky con vainilla, así que obvio decir que es lo que salía si había o no desbordante entusiasmo a la hora de la verdad.

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