jueves, 18 de septiembre de 2008
Crack, crack, crack
Compungido me encuentro tras la quiebra de los hermanos Lehman (los primos son los millones de pequeños ahorradores que habían confiado su parné a estos tiburones y que se habrán quedado con una mano delante y sin la otra). No sé qué hacer para ayudar a las pobres gentes de Wall Street y alrededores. Apenas concilio el sueño por el hundimiento del barco pirata. Hace ya unos años, en la crisis ésa del 92 o 93, que no me acuerdo porque para perder dinero en Bolsa primero hay que tenerlo, los 25 anarquistas que viven en Nueva York fueron a hacer el pasillo a los brokers que entraban en la Bolsa o la Vida al grito de "crack, crack, crack". Quedaba cachonda la imagen. En el fondo, es lo que se percibe estos días. La gente que mantiene en pie la Tierra (que no juega en Bolsa, cobra una nómina y no tenía ni noción de que los hermanitos Lehman se habían dedicado al pillaje fundando un banco) está como alterada. "Que se jodan", "Que se vayan todos al garete de una p... vez", es el comentario más frecuente en garitos y colmados. El legítimo derecho al pataleo de a quienes nos gustaría ver de pizzeros con moto macarra a todo el Consejo de Administración de Lehman y sus secuaces. Pero sabemos que nosotros seremos los que acabemos de pizzeros e intuímos el nombre de los que serían barandas de la cadena de pizzerías. Los brothers ésos, en concreto. Nada nuevo bajo el sol. Y hablando de pillaje. Según mis fuentes, dignas de toda solvencia, a día de hoy aún no ha sido llamado a declarar ningún directivo de las petroleras más importantes, tipo Repsol y Cepsa. A pesar de los flagrantes indicios de apropiación indebida de millones de euros de la ciudadanía (a la que le cuesta esfuerzo ganar dinero para seguir adelante) con la manipulación del precio de gasolinas, subiendo y bajando las oscilaciones del precio del barril de Brent exactamente cuando les sale de los santos cojones, siguen en libertad, de ágape en ágape, sin haber visitado el juzgado. Y nuestra clase política, silbando en la vía. Definitivamente, tenemos lo que nos merecemos.
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