Estar en Cataluña el día de San Jordi siempre es un placer, un continuo homenaje a uno de los placeres más inmensos que nos puede regalar la vida; la lectura. Desde el pueblo más pequeño a la inmensidad de las Ramblas o el Paseo de Gracia en Barcelona, toda Cataluña se transforma en un libro continuo, acompañado de una rosa. Es complicado encontrar un doble regalo con más sentido y sentimiento que la rosa y el libro. Y en los tiempos que corren, aún más, porque tendremos que volver a los valores más fantásticos, a esos sueños inalcanzables con los que nos recreamos al leer las fabulosas historias que nos cuentan los libros. La necesidad humana de recrear universos paralelos, de soñar, de reír, de llorar, de sufrir, de amar, de creer, de pelear, de celebrar… nos remonta al inicio de los tiempos. No sabemos si cambiarán los soportes, si nos meterán en vena obras infumables por mor de la publicidad o si le darán categoría de literatura a libelos nacidos al albur de absurdas popularidades, pero nada de todo eso nos impedirá contemplar a las nuevas generaciones absortas ante una historia que les hará temblar. 33 años después de haberlo leído, sigo manteniendo viva en mi interior la imagen de fortaleza y sufrimiento de Miguel Strogoff cuando le pasan el hierro incandescente ante sus ojos y no pronuncia palabra alguna para no traicionar a su madre. Sólo una historia fantástica acompañada por la libre imaginación del lector nos puede dar como resultado la actividad más repetida de la historia de la humanidad; la sensacional aventura de la lectura.
Publicado en Noticias de Gipuzkoa el 24 de abril de 2011
http://fotoruffian.blogspot.com/2011/04/los-catorce-de-inaki.html
ResponderEliminarPor cierto, recomendaste "El Club de los optimistas incorregibles" y lo único que tenía bueno era el título y un cierto retrato de la Francia postcolonial. Se suele decir que nunca recomiendes ni un restaurante ni una película o libro.
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