jueves, 12 de marzo de 2009

Charlatanes de feria

El muy noble y leal Senado del Reino de España tumbó ayer la única posibilidad de que la exhumación de republicanos asesinados durante la Guerra Civil se lleve a efecto de forma efectiva. Esto es; con dotación económica directa del Ejecutivo, haciéndose cargo de todos los gastos. Por ley, como Obama. Pero esto no son los EEUU (tenemos la rara habilidad de copiar todo lo malo de yankylandia y nada de lo mucho bueno que tienen), éste es el país de los charlatanes de feria, de los prestidigitadores, de los trileros de vocación. La pretensión partía de un digno senador balear que decía algo tan evidente, sencillo y elemental como que ya no queda tiempo. Han pasado más de 70 años, los familiares más cercanos empiezan a fallecer y todo lo que no se haga ahora no se podrá hacer. No se puede dejar todo en manos de los entusiastas de turno, entre ellos las gentes de Aranzadi, que hasta la fecha tan sólo han podido sacar a la luz los cuerpos de 4.000 de los 150.000 que se calcula que yacen en las cunetas de la vergüenza. Porque un país que no es capaz de enterrar a sus muertos con la dignidad que merece cualquier ser humano no es un país, es una farsa. Pero lo que indigna, lo que enciende, lo que jode realmente de verdad es que el PSOE haya votado en contra. Que lo haga la derecha estaba descontado. Pero que sea el partido de muchos de los que siguen en las cunetas y que fueron allá precisamente por ese carné, roza el delirio. Estamos en lo de siempre con la jerarquía socialista. Bla, bla, bla, discursos de postal, palabras al viento. Si tan admiradores son de Obama, no le copien las ideas, copien los métodos. La ley. Los familiares de las decenas de miles de constitucionalistas (de la Constitución republicana, pero constitucionalistas) que yacen en cunetas, caminos y veredas cambiarían con los ojos cerrados un magistral silencio del clan de ZP en este tema a cambio que a la hora de la verdad, a la hora de apretar el botón en el escaño que es lo que va a misa, actuasen con la dignidad que se les suponía. Esto, definitivamente, no es un país. Esto es La Noria.

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