jueves, 13 de noviembre de 2008
Badiola no mató a Kennedy
Cualquier presidente de un club de fútbol, cualquiera, me parece siempre presunto, por una mera cuestión de estadística histórica. Si a los clubes deportivos de elite se les aplicara la justicia ordinaria, Obama no iba a tener ninguna necesidad de cerrar Guantánamo porque no iban a caber todos. La competición está manipulada y viciada desde el principio, de origen. Si la entonces alcaldesa de Madrid, Doña Espe , le regaló miles de millones a Florentino, éste los invirtió comprando jugadores, inaccesibles para la mayoría, que nos metían goles. Lo dicho, el fútbol mueve pasiones, incluidas las mías, pero está prostituido desde su origen hasta que no haya una ley firme que obligue a todos por igual, incluidas ayudas públicas, directas o indirectas, cuestión que por debajo de los Pirineos vendría a ser algo así como hablar con Dios. Viene a cuento toda esta brasa con la disección que los medios están haciendo de las cuentas de la Real, algo que me parecería muy bien siempre y cuando todos los rivales, presentes y futuros, pongan los mismos papeles encima de la mesa porque, ya se sabe, o aquí follamos todos o la puta al río . Pero lo que me fascina de toda esta película por capítulos, y los que vendrán, es que todos los medios, salvo uno, como el décimo dentista, han informado básicamente de forma parecida y acorde a lo manifestado por los administradores concursales. Todos, excepto el décimo dentista, el que más pasta tiene, hablan de un agujero económico gestado desde hace lustros por diferentes consejos de todo tipo de color y condición que, además, es lo lógico. El décimo dentista, en cambio, borra de un plumazo la historia y decide que el malísimo de la muerte sólo es aquél que, a diferencia de los demás, no se les cuadró marcialmente en su momento. Habría que comentarle al décimo dentista que, al margen de la catadura moral del señor Badiola, que la desconozco, lo que parece comprobado es que ni él ni ninguno de sus antepasados estuvo en el viejo almacén de libros de la calle Elm de Dallas desde donde se disparó a Kennedy.
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