sábado, 17 de junio de 2006

Fútbol, pasión y porras

En la Argentina del 78, cuando los militares arrojaban a la peña al mar, 80.000 almas abarrotaban la cancha del Monumental para ver la final. El espectáculo era impresionante, mágico, único. Como sólo se vive en esos países pisoteados, gaseados, que tumban una y otra vez pero vuelven a volar, porque grande no es el que no cae sino el que sabe levantarse. En el palco, los criminales lucían sus miserables medallas con la cínica sonrisa de los mediocres. En el vestuario, un grupo de greñudos que respondían a nombre tales como Fillol, Ardiles, Tarantini, Pasarella, Reuteman o Kempes escuchaban la charla del flaco Menotti: "Vos debéis salir ahí a jugar para el pueblo, vos sois el pueblo, vos no jugáis para los milicos. Salid al pasto para y por los vuestros". Se comieron a la naranja mecánica y mientras los ogros regresaban a sus madrigueras en solitario, el pueblo festejó. Bajos instintos dicen los profetas del dogma. Socialización, diría yo. No hace falta entender del deporte de la coz. Basta con disfrutar de la situación, del paripé, del teatro. Como Jone, que hasta la fecha nos está levantado la porra masiva de la redacción, aunque desconozca completamente que el portero no la puede coger con la mano en una cesión so pena de falta. Se la trae al pairo. Va primera. Lo contrario que Ane, que cubre la retaguardia y sigue confiando ciegamente en Japón. Un tipo del Goierri grita "Alá es grande" cuando mete un chicharro Arabia Saudí como si le fuera la vida mientras el informático, esa especie predecesora del homo sapiens, hace las cuentas, ergo ganará. Pos eso, que para cuatro días que vivimos y tres nublados, hay que intentar disfrutar.

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