jueves, 29 de enero de 2009

Lisbeth Salander

Cuando algún criminal de esos que abundan en el mundo de la cultura trató de llevar a las pantallas argentinas el inabarcable mundo imaginativo de Mafalda , una niña argentina, que era niña pero no gilipollas, salió sollozando de la sala de cine. Ella lo explicó muy claro. Le habían engañado, le habían traicionado, le habían apuñalado por la espalda. Aquella niña que salió en la pantalla explicó, entre lágrimas e indignación, que no era Mafalda por algo tan sencillo de que aquello que salía de su boca no era su voz. Inapelable. La fuerza de la lectura se reparte entre autor y lector, por eso es la modalidad más descomunal del mundo de la creación. A las dotes del narrador se unen las imaginativas del lector, que recreamos en nuestro imaginario aquello que nos resulta más atractivo. No sé si han llevado a la pantalla la vida de Miguel Strogoff , espero que no, pero no iría a verla ni encañonado por el benemérito cuerpo. Fue el primer libro que leí entero (es importante eso de leer algo entero), pero nadie me va a contar a mí, por muchas horas de jolibud que tenga, el gesto del rostro del correo del zar cuando le estaban aplicando un hierro incandescente en los ojos por negarse a traicionar a su madre. Nadie tiene derecho a traicionar esos gestos, esas voces, ese imaginario personal. Mario Conde fue el otro día al trullo y explicó a los presos que lo mejor que sacó de sus años de cárcel fueron los 300 libros que se había leído. Animó a los presos a hacer lo mismo "porque cambiaréis este mundo". No tengo duda alguna sobre los presos, Mario, pero nos vendría mejor que contaras esa batalla en las Escuelas de Negocios, a ver si cambia algo el cuento. Cuento toda esta brasa para que a nadie se le ocurra prostituir a través de la pantalla a Lisbeth Salander, la investigadora punky de la trilogía Millennium de Stieg Larsson, esa mujer que odia a los hombres que no aman a las mujeres. Un descubrimiento de novela negra de la buena. Que los que donde pone cultura leen dinero no nos jodan la imaginación.

jueves, 22 de enero de 2009

El tío Pete

A Pete no se la pega un negro. Un negro siempre será un negro, aunque ahora les llamen afroamericanos. Pete lo sabe bien, los conoce, tan bien como a los blancos, aunque dentro de poco quizá esté mal visto llamar blancos a los blancos y empiecen a llamarles caucásicos o escandinavos o bretones, lo que mejor quede. Pete no es como muchos europeos, que como no conviven con los negros aseguran que ellos no son racistas o sienten que, lo que es un síntoma cuando no de racismo sí de superioridad mal entendida, un negro es mejor por el simple hecho de serlo, como si Idi Amín no fuese negro. O Bokassa. Pete hace décadas que superó esa clase de escenarios y por tanto que Obama sea presidente lo único que le reporta es alegría, por los negros actuales y los pasados, pero nada más. Por eso cuando Pete Seeger se subió al escenario para cantar en la toma de posesión, aunque no lo dijera, Obama sabía qué le estaba diciendo: vale, chaval, me alegro de que estés ahí, pero recuerda que no hicimos la guerra únicamente porque estuviéramos convencidos de que un negro es un igual que un blanco. La lucha por los derechos civiles sólo era una parte, importante, pero una parte. Sé que algunos verán mi inclusión en este concierto como una dejación de mis posiciones políticas con respecto al capitalismo atroz o a las multinacionales o al medio ambiente, pero tú sabes que no es así. Y por eso estoy aquí, para recordártelo, porque ya tengo 89 años, pero sigo siendo igual de peligroso que cuando me condenaron a un año de prisión en 1950 o cuando a mi grupo, Los Weavers, les prohibieron sonar en cualquier emisora durante 18 meses. Hicimos la guerra -aunque fuera musical- contra aquellos y no dudes ni por un instante que la haremos contra vosotros si os convertís en lo mismo contra lo que decíais que vais a luchar. Tal vez Bruce, que acaba de llegar a esto, se conforme con tres o cuatro gestos. De Bono mejor no hablo, lo acabo de ver subido a un carro, de heno. Pero yo no me conformaré. Y, si yo no puedo, sabes que vendrán otros detrás. Nos vas a tener en tu cogote. Suerte.

jueves, 15 de enero de 2009

Los 'probes' pilotos

En una de sus inmejorables viñetas, Forges caricaturizaba hace algunos años a los pilotos que se habían puesto en huelga. Perfectamente engominados, trajeados impecablemente, altos, guapos, con guantes y todo, marchaban en manifa detrás de una pancarta que decía Pilotos en lucha. Por la mejora salarial. La pancarta la llevaban sus mayordomos. Ya se sabe, una imagen vale más que mil palabras y el humorista madrileño explicó como nadie lo que pensaba la peña ante la huelga de unos sujetos que ganan en media mañana lo que le cuesta a un mileurista todo un mes currando de sol a sol. Y es lo que tiene vivir en Plutón, que debe ser el domicilio fijo de pilotos, controladores y sindicalistas del Sepla, ese sindicato de clase (de clase alta pero de clase), que no te enteras de lo que pasa en la puta rue porque ni al que asó la manteca se le ocurre montar esta movida con la que está cayendo. En un país en donde la semana pasada nos desayunábamos con el parado tres millones (P3M que dirían los de la izquierda abertzale, que siguen siendo unos fenómenos con el tema de los nombres) es una absoluta obscenidad que estos señores planteen lo que plantean y tengan 24 horas durmiendo en aeropuertos a trabajadores que vuelven de sus vacaciones navideñas, estudiantes que, rascando de sus bolsillos, han decidido gastarse todo lo que tienen y viajar antes de que ya no se pueda o inmigrantes que regresan a su tierra después de hacerles el pan, llevarles la leche o limpiarles la mierda a los señores pilotos. Obsceno e indigno. "Es que hemos pasado unas pruebas muy duras", suelen decir los jetas en cuestión, como los notarios, que también han pasado por pruebas muy duras. No lo niego que habrían pasado, los notarios digo, pero lo cierto es que después de las pruebas básicamente se han dedicado a tocarse los cojones a tres manos. "D. Basilio Lakort certifica que se llama D. Basilio Lakort. 300 euros, pase usted por caja. Gracias". Con un par. Debería haber una ley que prohíba los matrimonios pilota-notario, notaria-pilota, piloto-piloto etecé. Para repartir la riqueza.

jueves, 8 de enero de 2009

La vergonzante foto del niño palestino

Supongo que se habrán hartado en estos días de otro año viejo y caduco (no hay nada más viejo y caduco que lo de siempre; la barbarie) de ver las imágenes de los cadáveres de peligrosos presuntos terroristas palestinos del futuro, que no levantan un palmo del suelo. Pero de entre todas las imágenes, hay una especialmente sobrecogedora y que, de haber justicia internacional, debería sentar en un Tribunal a algún militar israelí. La imagen, publicada por El País el día de Reyes, no daba lugar a equívocos. Aparecía el cadáver de un niño que no llegaría a los cinco años con el cuerpo intacto, no pudo morir bajo los escombros ni despedazado por ningún tanque hebreo porque estaba impoluto, pero con dos balazos en el pecho que delataban el brutal asesinato al que había sido sometido el peligrosísimo terrorista venidero. Se lo tuvieron que pulir a muy poca distancia de dos tiros traperos . Así de claro. La ministra de Defensa israelí, de cuyo nombre no quiero acordarme porque no merece la pena ni ir a Google a buscarlo, asegura que es conocido que los de Hamás (otra pandilla de bárbaros) se parapetan en la población civil. ¿Dónde habremos oído nosotros esos argumentos antes? Mire, Sra. ministra, con todo mi respeto para el pueblo judío, lo que usted dirige no es un Ejército, es una cuadrilla de matones que no están llevando a cabo ni una guerra ni una invasión, sino una matanza. Hasta en las guerras hay leyes. Pero cuando lo que más le preocupa a ese indigno gobierno del que forma parte es que ningún soldado judío vuelva en ataúd a Jerusalén o Tel Aviv pasa lo que pasa; que no importa lo más mínimo volar maternidades si eso da garantías para que ningún oficial resulte herido con un esguince de muñeca. En una guerra, Sra. ministra, se combate al enemigo militar, aunque sea sufrido y cueste bajas. Pero ya nadie esperamos nada de un pueblo que, habiendo sufrido en sus propias carnes una de las mayores atrocidades de la historia de la Humanidad, ha decidido aplicar similares medicinas.